Viaje del ser al parecer
(Dedicado a María de Miguel, escritora con uniforme de científica.)
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A cualquiera de los miles de salones de belleza que hay en Nueva York, una entra siendo. Tal vez no se es mucho, pero al menos, una es.
Ella, la que era antes de entrar, miró el escaparate para decidirse por un modelo de uñas. Trabajaba en un supermercado donde hacía tiempo que ya no prestaba atención ni a los clientes, ni al bote de plástico donde éstos a veces le echaban propinas. Monedas, claro.
"¿Debit or credit?", y entonces veía sus uñas tecleando la opción elegida por el cliente. Ella, la que era, la que ya no prestaba atención al bote de propinas, aún era sensible a la visión de sus propias uñas al presionar aquellas teclas cuadradas, azules y amarillas, principalmente. No importaba: crédito o débito, pero allí estaban sus uñas, siempre.
La tarde en que aún era, al terminar su jornada, cerró la caja registradora y apagó la cinta mecánica, sin preocuparse de que ya llevaba media hora girando sin arrastrar ningún artículo. Ella, en los últimos momentos en los que aún era, se encaminó hacia la boutique con paso acelerado.
Tres coreanas la recibieron. Una le dio una taza de té, otra examinó sus manos, y la otra se perdió en la trastienda, sin mucho interés. No hablaban inglés, pero a ella no le apetecía conversar. Simplemente, se sentó en el sillón, y apoyó las manos en los brazos. Dijo: "Panel 7, modelo 3", y cayó dormida.
No soñó nada. Hacía tiempo que ni siquiera soñaba con tecleos, o anulaciones, o códigos de ofertas. Nada.
La despertaron con otra taza de té frente a ella. Miro sus uñas, y en ese momento, dejó de ser.
Sonrió, pagó, dejó propina, volvió a casa y siguió durmiendo. Mañana tenía turno doble.
OLI I7O
1 comentarios:
Me he quedado sin palabras, mirándome las uñas. Creo que voy a hacerme otro te con menta.
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