martes, 3 de abril de 2007

Viernes de Dólares

El pasado viernes, coincidiendo con el inicio de la Semana Santa, entré a currar en una galería de arte en Chelsea. Fui con mi amigo Julio, que conozco desde hace apenas un mes, pero al que ya llamo amigo porque hace ilusión llenar la agenda de mi móvil (americano) con algún que otro nombre, y porque de verdad lo es.

Todo fue debido a un golpe de suerte. El martes de la semana pasada, iba caminando por la calle, y escucho que alguien me llama por mi nombre. Ni siquiera miro: "se referirán a otro". Ante la insistencia, me doy la vuelta, y allí estaba Julio, llamándome desde un restaurante. Y es que ya empiezo a encontrarme gente conocida por casualidad en Manhattan.

Me comenta que conoce una galería de arte donde podría echar una mano unos días. Así que, como tiene un rato, nos acercamos allá. Me presenta a Chris, que no es ni la presidenta, ni el director general, pero sabe más que ellos dos juntos. Es el típico señor que se encarga de organizar logística, cambiar una bombilla, manipular las obras de arte, y se conoce todos los secretos de ese enorme lugar. Es un tipo de cincuenta años, atlético, que aparenta veinte años menos (por su culto al cuerpo y su hora de natación diaria desde hace años) y de físico razonablemente parecido a Michael Stipe. Un buen tipo, además.

Así pues, me piden que venga el viernes para empezar de ayudante de Chris. El viernes voy allá y me paso el día haciendo cositas tales como barrer una esquina, pasar un trapo por las lejas de los libros, ayudarle con el cablerío de la inauguración del día siguiente... No sólo es un curro sencillo; además es bonito (trabajar entre óleos tiene su encanto), está muy bien pagado, y tiene un horario excepcional. Lástima que sea eventual, lo cual no me libra de buscar otra cosa. Pero sólo con currar tres días a la semana allí, me podría pagar mi vida en Nueva York, ahorrar algo, y tener cuatro días enteros para mí solito. Ya lo plantearé en su momento.

Sin embargo, la mayor satisfacción de este curro es la sensación de estar haciendo algo totalmente diferente a lo que hacía cuando estaba en Madrid. ¿Cómo podría pensar hace un par de meses, cuando estaba en la agencia, que curraría en una galería de arte de Chelsea? La felicidad es como un antiguo vendedor de enciclopedias a domicilio: cuando te llama a la puerta, ya estás pensando en qué excusa le pondrás para no escucharla. Pero una vez que la escuchas, te das cuenta de que tal vez lo que te ofrece merece la pena.


OLI I7O

1 comentarios:

Stipey dijo...

Cuando he empezado a leerte (también te he mandado un mail, para que veas mi insistente pesadez), sabía que tarde o temprano habría alguna referencia a mi adorado Michael Stipe, si, imagino NY con michael paseando a su perro Helix, comiéndose un muffin integral en alguna cafetería de la ciudad, y cruzándose una y otra vez con multitud de ciudadanos que le conocen y a la vez le ignoran...

Llevo 2 horas metido en tu NY, en ese que tu nos muestras...