Trilogía de una despedida (3)
Maldita Gran Manzana.
En una de las mejores escenas de Big Fish (Tim Burton, 2004), el protagonista, tras pasar una temporada en Espectro, el pueblo perfecto, se da cuenta de que, a pesar de esa perfección, ha llegado la hora de marcharse. Una niña, la misma que días antes lanzó a un cable los zapatos de éste, asiste al momento de su partida:
-Tengo que irme. Esta noche.
-¿Por qué?
-Este pueblo es más de lo que podría soñar cualquiera. Y, si al final acabara aquí me consideraría afortunado. Pero, la verdad es que aún no estoy preparado para acabar en ninguna parte.
-¡Pero nadie se ha ido jamás!
-...
-¿Cómo vas a poder irte sin tus zapatos?
-Sospecho que me va a doler... mucho. Bueno, lo siento, pero... En fin, adiós.
-¡No encontrarás ningún sitio mejor!
-Ni espero hacerlo.
-Prométeme que volverás.
-Te lo prometo. Algún día. Cuando sea mi momento.
Nueva York no es una ciudad perfecta. Pero es una ciudad donde cada par de zapatos condensa una historia. Ahora mismo, mis zapatos cuelgan de un cable frente a Hart Street, la calle del corazón, la calle de mi casa, a donde he ido a dormir cada noche desde marzo, para levantarme cada día y seguir luchando y no rendirme, como me dijo aquel señor anónimo de la gabardina, en febrero, y que hoy ni siquiera sospecha que me he acordado de él.
Mis zapatos sólo son el pequeño testimonio de mi historia en esta ciudad, pero hay muchas otras más. La historia de Gisela, que lleva ocho años sin ver a su familia en Argentina y que sólo le queda la opción de casarse si quiere dejar de ser ilegal; o la historia de David, un pintor que sueña con vivir en París, pero no se atreve a hacerlo porque tiene miedo a fracasar; o la historia de Stephanie, que acaba de abrir un bar y, además de estar endeudada, no puede librar ni un solo día.
Sé que mi historia solamente ha sido una entre tantas. Y sé que, de alguna manera, todas las miradas en el metro, las lágrimas, los temores, los abrazos y los atardeceres, pero sobre todo las palabras, ya son parte del espíritu de esta ciudad. Pero mi tiempo se ha acabado. Ya no volveré a escribir en esta página. Mi vida sigue, pero no aquí. Es hora de dejar atrás mis zapatos y la historia de todo lo que he vivido en esta gran manzana. En esta maldita gran manzana.
Pablo